EL PODER DEL TACTO
“Y el mono se
irguió sobre sus patas traseras y liberó las delanteras para convertirlas en
manos”
Según las teorías evolucionistas así empezó el camino que nos llevó de
primates a humanos.
La religión nos dice que fue Dios quien hizo al hombre a su
imagen y semejanza. Sea como fuere, lo cierto es que las manos han sido la
piedra angular del progreso del ser humano y realmente tienen algo de divino.
Las manos fueron las canalizadoras y realizadoras de todo
aquello que nuestro cerebro iba aprendiendo, y a la vez que nos servían para
progresar, sirvieron para socializarnos.
Las manos se convirtieron en el punto de unión entre nuestro
cuerpo mental y nuestro cuerpo físico, pero también sirvieron para conectar con
el mundo espiritual y nuestro yo interno.
Desde el punto de vista anatómico la mano es una estructura
sumamente compleja compuesta de un sistema de huesos, ligamentos, tendones,
músculos, nervios y vasos sanguíneos que actúan conjuntamente de tal forma que
conseguimos realizar una enorme variedad de movimientos así como seleccionar la
precisión de los mismos.
En otras palabras, una mano es tan versátil que es tan capaz
de dar un puñetazo como de hacer una caricia. Puede empuñar una maza para
derribar una pared o un bisturí para realizar una operación de microcirugía.
La habilidad de la mano es enorme y puede ser entrenada
hasta límites asombrosos. ¿Cómo
entender, si no, la velocidad en los dedos de un pianista?
Y por si esto fuera poco, además es altamente resistente a
la fatiga.
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